lunes, 23 de marzo de 2015

VIERNES SANTO

VIERNES SANTO

Objetivo del día:

               En este día la Iglesia contempla el amor misterioso e inefable de Dios que se revela en la Cruz. “Nadie tiene amor más grande que aquel que da la vida por sus amigos”. La historia de la Pasión según san Juan nos ayuda a contemplar a Jesús que sobre la cruz revela el rostro del Padre: su amor fiel y misericordioso, su bondad y ternura eternas.
              
La liturgia que se celebra hoy se estructura en tres partes:
  1. Liturgia de la Palabra: Lecturas de la Pasión de Jesucristro  nuestro salvador y sacerdote eterno y universal por su Pasión Redentora, y la oración universal de los fieles, como respuesta a esa Palabra.
  2. Adoración de la Cruz: para compartir con el Señor su Vía crucis.
  3. Sagrada Comunión: con la cual se completa la vivencia de la Cena Pascual, y su continuación en el “monumento”. Hoy en ninguna parte del mundo se celebra la Misa.
               Durante la mañana se celebran los tradicionales vía crucis o las representaciones populares de la Pasión. Nuestra atención se detendrá especialmente en la Cruz y en su significado.

La cruz, fuente de salvación:
               En la celebración de la Pasión del Señor, predomina la cruz como signo de dolor, de humillación, de amor, de victoria y de salvación. El sacrificio de Cristo constituye un triunfo sobre el pecado y la muerte.

               Los cristianos tenemos que comprender que es necesario ser discípulos de Cristo y aceptar los dolores como Él, dando dimensión salvadora a nuestros sufrimientos. Jesús nos dice una vez más en este Viernes Santo: “El que quiera ser mi discípulo, tome su Cruz y sígame”.

               La cruz es el paso para el triunfo. Adoremos y veneremos con alegría y  amor el madero Santo de la Cruz, en él esta nuestra salvación.

               En la Cruz de Jesús se abren de par en par las puertas de la resurrección gloriosa del hombre y la victoria total se manifestará cuando aparezca la gloria de nuestra redención: el Viernes Santo es el camino hacia la alegría pascual.

Cristo muere por todos.
               Cristo ha muerto para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos. Cristo ha muerto por todos los hombres. “Se hace pecado” para redimirnos y darnos la salvación.
               Su muerte viene a ser una victoria en cuanto que la vence. Muerte que salva al hombre y lo prepara para la definitiva comunión con Dios.     

En cuanto, al día, se plantea como objetivo:
Invitar a los jovenes a la reflexión del significado de la muerte de Cristo, por medio de los diferentes temas y dinámicas, para lograr morir al pecado, y esperar para ser personas renovadas  al regreso del Salvador.

VIERNES SANTO
Horario
-       8:00 a.mEscenografía y decoración.
-        Música ambiental.
-        Escenificación: El soldado romano se prepara.

9:00 a.m. Animación y cantos de meditación.
-        Ejercicio de silenciamiento.
-        Oración de la mañana.

9:30 a.m. Sentido del día.

9:40 a.m. Vía crucis.

10:50 a.m. Descanso.

11:15 a.m. Tema 3: Jesús nos ha salvado del pecado.

12:15 p.m. Dinámica: Escenificación “La libertad que da la conversión”.

12:45 p.m. Película: La muerte de Jesús.

2:00 p.m. comida.
-        Música ambiental.
-        Escenificación: El soldado romano de regreso a casa.

3:00 p.m. La muerte de Jesús.
-        Dinámica de las 7 palabras.
-        Sociodrama: los angelitos.

4:00 p.m. Descanso
-        Aseo personal.

5:00 p.m. Tema 4: Fe y conversión.

6:00 p.m. sociodramas
-        Escenificación “Los discípulos se esconden por miedo”

6:30 p.m. Dinámica del cuarto oscuro.

-        Descanso: escribe tu carta…

7:00 p.m. Misa

-        Dinámica del Rosario del pesame.


1.  Decoración:
               Puede ser realizada por el equipo servidor, ó pedir a los jóvenes que lleven material para decorar el lugar, recordando que importante es resaltar el dolor y sufrimiento de Jesús en el camino al clavario. Pudiendo rescatarse algunas ideas:
-        Decorar el lugar con coronas de espinas, imágenes, lanzas, cruces, manta llena de sangre, carteles con las 7 palabras.
-        Incluir las estaciones del vía crucis, cadenas de colores: negro y morado.
2.  Ejercicio de silenciamiento:
Se pone el video: “Pasión de Cristo, nadie te ama” (se encuentra disponible en el material del CD)... Luego del video,  se completa con música instrumental, para preparar el corazón de los jóvenes al encuentro con Cristo, durante este día.
3.  Oración de la mañana:                                                      
               Se propone realizar las siguientes lecturas de los evangelios de Lc. 23, 33-46; Jn. 19, 25-30; Mc. 15, 33-35 y después darles a los jóvenes el siguiente crucigrama para que lo llenen, con el mismo objetivo del día anterior.

Explicarles para que lo contesten:
En este día, se van a repasar las 8 frases que Jesús dijo en la cruz. Son las llamadas 7 palabras, porque la segunda y la tercera se consideran como una sola. En el gráfico que te vamos a dar, del que se fugaron algunas palabras, están progresivamente entrelazadas cada una de ellas. Siguiendo las 8 consignas que se les ofrecen, reconstruye cada una de estas frases, teniendo en cuenta que a cada casillero le corresponden una letra.

1.      Lo que pedía Jesús al Padre cuando lo crucificaron.
2.      Lo que dijo a su Madre que estaba al pie de la cruz.
3.      Lo que dijo al discípulo que estaba junto a su Madre.
4.      Lo que dijo al malhechor que le pedía que se acordara de él cuando llegara a su reino.
5.      Elí, Elí, lemá sabactaní, frase que dijo Jesús con voz potente.
6.      Lo que dijo sabiendo que había llegado a su término.
7.      Lo que dijo cuando le dieron el vinagre.
8.      Lo que Jesús dijo antes de expirar.

Las respuestas se incluyen para que se puedan revisar al final, cada uno de los muchachos:
  1. Padre perdónalos porque no saben lo que hacen.
  2. Mujer ahí tienes a tu hijo
  3. Ahí tienes a tu madre.
  4. Te lo aseguro hoy estarás conmigo en el paraíso.
  5. Dios  mío, Dios mío, porque me has abandonado.
  6. Tengo sed.
  7. Está cumplido.
  8. Padre a tus manos encomiendo mi espíritu.


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4.         Sentido del día:
Hoy comenzamos la celebración de la pascua: pascua significa paso, el tránsito de Jesús de la muerte a la vida.  Hoy es el primer acto de este paso. No es correcto quedarse sólo en el aspecto de la muerte, ni tampoco lo es el celebrar sólo la resurrección. Los dos aspectos se celebran con una gran unidad: la memoria de la muerte, hoy está llena de esperanza y de victoria.
EN EL DÍA DESTACAMOS:
Caminar con Cristo que va hacia la muerte con actitud de perdón y amor. Recorrer con él su camino de la cruz.
LA LECTURA DE LA PASIÓN:
Es el centro de la celebración de este día.
LA ADORACIÓN DE LA CRUZ
Es otro momento importante. La comunidad cristiana expresa sus sentimientos al contemplar y adorar la cruz como principio de la Pascua. El beso a la cruz es el signo de nuestra respuesta de amor al amor que dio su vida por nosotros.
LA ORACIÓN UNIVERSAL.
En la que el pueblo ejercitando su oficio sacerdotal ruega por todos los hombres. Hoy es día en que el pueblo participa de este sacerdocio en que el señor intercede por las grandes intenciones de la iglesia, de la humanidad.

5.   Vía crucis:
ü  (En caso de que se realice al interno de la Pascua Juvenil, cada misterio se puede ilustrar con imágenes que se proyecten sobre la pasión de Cristo)

Guía: Oh, Jesús mío me arrepiento de todo corazón, de haberte ofendido porque eres infinitamente bueno dame tu santa gracia para jamás ofenderte, Amén.

Oremos. Oh Señor, que has querido darnos la salvación por la muerte y la resurrección de tu Hijo. Concédenos meditar de tal modo en el camino de su cruz que aprendamos a imitarle en nuestra vida y saquemos fruto abundante de su redención. Él que vive y reina por los siglos de los siglos.

Se lee la cita bíblica y se medita en silencio durante un momento.

Primera estación. Los enemigos conspiran contra Jesús: Mt 26,3-5.14-16
(Pausa de meditación).
Oremos. Señor Jesús, que por nosotros fuiste perseguido por tus enemigos.
Acuérdate del precio que pagaste por tu pueblo y de los sufrimientos
Que soportaste por nosotros, y haz que los que meditamos en tu pasión
podamos gozar de la gloria de tu resurrección. Tú que vives y reinas por
los siglos de los siglos.

Segunda estación. Jesús adelanta su Pasión sacramentalmente en su Cena
de despedida: Mt 26,26-29
(pausa de meditación).
Oremos. Oh Señor, que en el sacramento de la Eucaristía nos dejaste el
memorial de tu pasión. Te pedimos nos concedas venerar de tal modo
los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos
constantemente en nosotros el fruto de tu redención. Tú que vives y reinas
por los siglos de los siglos.

Tercera estación. Jesús anuncia las negaciones de Pedro: Mt 26,31-35
(pausa de meditación).
Oremos. Señor Jesús, que permitiste que te negara aquel apóstol que tú
habías escogido como fundamento de tu Iglesia. Ten misericordia también
de nosotros; fortalece nuestra debilidad y haznos siempre humildes. Tú que
vives y reinas por los siglos de los siglos.

Cuarta estación. Jesús sufre la agonía de la soledad y el miedo: Mt 26,38- 41
(pausa).
Oremos. Tú, Señor, lo quisiste probar todo, hasta el miedo y la angustia
de la muerte. Y eras inocente. Haznos comprender la gravedad de nuestro
pecado y danos fuerza para convertirnos a ti y servirte siempre con más
generosidad. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Quinta estación. Jesús es prendido en el huerto: Mt 26,47-50
(pausa).
Oremos. Señor y Salvador nuestro, que te hiciste hombre y te sometiste a la
muerte de Cruz para que imitáramos tu ejemplo de entrega y de humildad.
Te pedimos nos ayudes a aprender las enseñanzas de tu pasión y a orientar
nuestra vida según la tuya. Tú que vives y reinas por los siglos de los
siglos.

Sexta estación. Jesús ante el Sanedrín: Mt 26,57.63-68
(pausa).
Oremos. Señor, Hijo de Dios vivo, en medio de las adversidades que
debilitan nuestras fuerzas, alienta nuestro espíritu con el ejemplo de tu
pasión salvadora. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Séptima estación. Pedro niega haber conocido a Jesús: Mt 26,73-75
(pausa).
Oremos. Señor, que quisiste que las tres negaciones de Pedro las reparase
con las tres afirmaciones de su amor. Muestra tu grandeza en nuestra
fragilidad. Haz que te amemos siempre, por encima de todo miedo y
debilidad. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Octava estación. Desesperación y muerte de Judas: Mt 27,3-5
(pausa).
Oremos. Uno de los que tú amabas, Señor, te traicionó. No permitas que
te fallemos nosotros, los que creemos en ti. Ni en las cosas grandes ni en
las pequeñas. Y fortalécenos con el ejemplo de tu pasión y la alegría de tu
resurrección. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Novena estación. Jesús es condenado a muerte: Mt 27,21-26
(pausa).
Oremos. Concédenos, Señor Jesús, meditar con fruto en tu muerte para así
hacer nuestro, con tu gracia, el misterio de tu resurrección. Tú que vives y
reinas por los siglos de los siglos.

Décima estación. Jesús es coronado de espinas: Mt 27,27-31
(pausa).
Oremos. Qué admirable es, Señor, lo que sufriste siendo inocente y la
generosidad con que te entregaste a los insultos, las afrentas y los golpes.
Ayúdanos a entregarte nuestra vida para participar así en tu muerte y en tu
resurrección. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Undécima estación. Mientras es crucificado, Jesús recibe los insultos de
los presentes: Mt 27,33-35.39-40
(pausa).
Oremos. Por los méritos de tu pasión y muerte, lava, Señor, nuestras culpas.
Destruye en nosotros al hombre viejo y prepáranos a una santa renovación
pascual. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Duodécima estación. Jesús muere en la Cruz: Mt 27,45-46.50-52.54.
(pausa).
Oremos. Señor Jesús, que te entregaste a la muerte, y muerte de cruz,
para salvarnos a nosotros. Haznos mirar siempre con confianza a tu Cruz.
Y ya que con tu muerte nos libraste a todos de la muerte, concédenos
que en verdad vivamos nueva vida los que nos preparamos a celebrar tu
Resurrección. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Decimotercera estación. Jesús es llevado al sepulcro: Mt 27,62-66
(pausa).
Oremos. Levántate, Señor, y júzganos con misericordia, Tú que fuiste
juzgado con severidad por los hombres. Absuélvenos clemente, tú que
fuiste condenado a muerte. Tú que nos das vida con tu muerte, y nos
confortas con tu resurrección, haz que caminemos siempre fielmente por
tu mismo camino. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Decimocuarta estación. Las mujeres van al sepulcro: Mt 28,1-6
(pausa).
Oremos. Señor Jesús, que moriste por nuestros pecados y resucitaste para
nuestra salvación. Concédenos poder celebrar en esta Pascua que se acerca
la muerte de nuestros vicios y la resurrección de tus virtudes. Para que
podamos incorporarnos a tu gloria. Tú que vives y reinas por los siglos de
los siglos.

Decimoquinta estación. Jesús se aparece a sus discípulos: Mt 28,15-20
(pausa).
Oremos. Triunfador de la muerte y del pecado, Señor Jesús. Te damos
gracias porque has manifestado al mundo con tu resurrección tu gran
victoria. Haz que nosotros, tus miembros, te sigamos con humildad y
confianza tanto en el sacrificio como en el triunfo, a Ti que eres nuestra
Cabeza y vives y reinas por los siglos de los siglos.

ORACIÓN FINAL:
Quiero caminar a tu lado Señor
sin importarme abrojos ni espinas
quiero sentir en mi tu dolor
para poder apreciar mi vida
Cristo, Jesús, crucificado, redentor
de todos olvidado no puedo amarte
pues no conozco tus años
a penas y se tu nombre
poco lo he escuchado
hoy sin querer te he visto clavado de pies y manos
mendigando un poco de amor,
amor que apenas vale, amor humano,
perdóname no te conocía,
pero hoy que te encuentro
has transformado mi vida y quiero entregártela
aunque no este limpia
olvida el pasado que mis años dejen de ser años
dame la oportunidad de seguir tus mandatos
por que tu pides amor al prójimo
y yo nunca lo he amado.



1.  Descanso:
               Se sugiere introducir a los muchachos en un ambiente de silencio y reflexión personal, por medio de diferentes cantos. Pueden enriquecerse conforme la creatividad de cada coordinador a cargo.


2.  Tema 3: Jesús nos ha salvado del pecado.
Objetivo:
Que los participantes lleguen a tener su encuentro personal con Cristo resucitado como su Señor y Salvador, para que se dispongan a abrir las puertas de su vida para que Jesús entre en ella y permanezca en sus corazones.

Marco Teórico:
Ante la realidad del pecado, el hombre no debe desesperarse. Hay una buena noticia: Jesucristo ya nos salvó y perdonó pagando con su muerte en la cruz, con el precio de su sangre, la deuda que había generado el pecado. Con su resurrección abrió a la humanidad nuevamente las puertas del Cielo y la posibilidad de recuperar la amistad perdida con Dios. Ya estamos reconciliados con Dios y es posible ser felices de nuevo. ¡Jesucristo nos ha salvado!

(Lecturas complementarias para el animador: CIC 601-605; 608-609; 613-618; 651-655)

Motivación: Juego "Cazadores de Rehenes"
Se divide a los participantes en dos grupos.

  • Caza:
-Cada equipo tendrá un cazador y un arma de caza (una pelota de color).
-El cazador puede cazar a los del otro equipo arrojándoles su pelota para que los toque sin caer al suelo.
-Una vez que un jugador es cazado, es llevado a la guarida del equipo contrario, donde permanecerá cautivo hasta ser rescatado.
-Solamente el cazador puede cazar. Si cualquiera del equipo logra agarrar la pelota, debe entregársela al cazador.

  • Rescate:
-Cualquiera de los miembros de un equipo (inclusive el cazador) puede utilizar la pelota del otro equipo, para salvar a los compañeros cautivos, arrojándosela y logrando que el otro la agarre sin que toque el piso.
-Nadie puede quitar la pelota a otro, es preciso esperar a que sea arrojada.
-Si alguien agarra la pelota del equipo contrario no habiendo nadie para salvar de su equipo, queda automáticamente cazado y debe ser llevado a la guarida del equipo contrario.

  • Gana el equipo que logra cazar a todos los del equipo contrario.

Luego de jugar, discutir con los participantes acerca de los roles que desempeñó cada uno de los participantes, haciendo hincapié en el hecho de "salvar". Buscar otros juegos en los cuales se utilice la idea de "salvar", como por ejemplo la salvadera, el prisionero, la escondida ("por mí y por todos mis compañeros") y el deshielo, y analizar los roles de cada jugador en ellos.

Distintos usos de la palabra "salvar"
Existen distintos usos de la palabra "salvar", dependiendo del contexto en el cual se la utilice. Para analizar algunos de ellos, se propone a los participantes que, divididos en pequeños grupos, cnstruyan en cinco minutos la mayor cantidad posible de oraciones utilizando distintos significados del el verbo "salvar". Analizando las oraciones que hicieron los participantes, identificar los distintos usos que se da a la palabra. De lo conversado pueden surgir los siguientes usos:

  • Liberar al que está cautivo
  • Evitar una situación desagradable
  • Rescatar a alguien que está en peligro
  • Guiar a quien está equivocado
  • Evitar que alguien haga algo malo
  • Dar solución a un problema grave

La salvación en nuestra vida cotidiana
Se propone a los participantes compartir situaciones en las que ellos hayan "salvado" a alguien, o alguien los haya "salvado" a ellos o a alguien cercano a ellos, manifestando qué sintieron en esa oportunidad.

Jesús ya nos salvó...
En la catequesis aprendimos que "Jesús es nuestro Salvador" (1Jn 4,14). Hoy vamos a descubrir un significado más profundo de esta frase.

El mismo nombre de Jesús significa "Yavé Salva" (Jeo=Yavé, shua=salva). Desde el principio, todos reconocieron y manifestaron a Jesús como salvador. El ángel que le anuncia a José que va a ser padre de Jesús (Mt 1,19-21), le dice que le ponga este nombre porque El salvará a su Pueblo. Después los ángeles anuncian a los pastores que ha nacido el Salvador (Lc 2,8-11) y Simeón manifiesta públicamente que ha conocido al Salvador cuando ve al niño Jesús en el templo (Lc 18,35-43)

Puede utilizarse el siguiente testimonio de Pablo, que da gracias por haber sido salvado por Jesucristo de su vida de pecado para iluminar la salvación: 1Tim 1,12-17

Y esta salvación se obró por el Amor que Dios nos tiene: "Así Dios nos manifestó su amor, envió a su Hijo único al mundo para que tuviéramos vida por medio de El. Y ese amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó primero y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados" (1Jn 4,9-10)

La salvación se llevó a cabo mediante la muerte de Jesucristo en la cruz, como lo atestigua san Pablo: "Por él (Jesucristo) quiso reconciliar consigo todo lo que existe en la tierra y en el cielo, restableciendo la paz por la sangre de su cruz. Antes, a causa de sus pensamientos y sus malas obras, ustedes eran extraños y enemigos de Dios. Pero ahora, él los ha reconciliado en el cuerpo carnal de su Hijo, entregándolo a la muerte…"(Col 1,20-22a).

Nota:
La muerte de Jesucristo fue por nosotros, para salvarnos, para traernos el perdón de Dios por nuestros pecados. ¿Podía haber elegido Dios otra manera de salvarnos, sin la necesidad de que su hijo sufriera y muriera en una cruz ? Por supuesto que sí. Jesucristo podría haber aparecido glorioso en una nube, y mágicamente regalarnos la salvación con una varita mágica. Pero Dios es un Dios pedagógico, y que hace las cosas de la manera en que los hombres estamos preparados para entenderlas. La gente de esa época (y no tan sólo de esa), tenía la concepción de que si alguien había hecho algo malo, debía "pagar" por ello. Si alguien había hecho un mal a otra persona, debía recibir también un mal a cambio (recordemos eso de "ojo por ojo, diente por diente"). Bueno, los judíos de esa época, sabían que habían actuado mal con Dios, y sentían la necesidad de ser perdonados, pero para ello sentían que debían "pagar" por sus pecados, que debían recibir un "castigo". También era común en esa época que otra persona, un pariente por ejemplo, pagase ese castigo. Si alguien mataba a un pariente mío, yo podía ir y matar a ese alguien o a su hijo por ejemplo, con lo que el crimen quedaba pagado. Atendiendo a esta mentalidad de los hombres de esa época (medio extraña para nosotros en nuestros días), alguien debía pagar por los pecados de la humanidad, alguien debía sufrir, alguien debía morir. Y como no podía ser un cualquiera el que pagase esa deuda, Dios mismo eligió entregar a su propio Hijo, para que en representación de toda la humanidad pagase por todos los pecados de todos los hombres. Aunque suene un poco cruel, pero era la única forma en que la gente de ese tiempo iba a sentirse realmente liberada de la deuda del pecado, porque alguien había pagado por ellos con su vida. Si Cristo, en vez de venir en aquel entonces hubiera venido ahora, vaya uno a saber qué tendría que hacer para que entendamos....


...pero todavía no.
Si Jesús ya nos "salvó" del pecado con su muerte y resurrección ¿por qué el mundo no es ese paraíso que Dios prometió? ¿Por qué no todos los hombres viven unidos íntimamente a Dios gozando de felicidad? ¿Es que acaso el Plan de Dios no resultó?

Con su muerte en la cruz, Jesús nos salvó de una vez y para siempre a toda la humanidad. El nos abrió las puertas de la salvación, pero es preciso que cada uno de nosotros hagamos nuestra esa salvación atravesando esa puerta. Es como si nos hubiera tirado un salvavidas: ¡tenemos que agarrarlo primero, para poder ser salvados!



Se propone leer la curación del ciego narrada en Mc 10,46-52. En la reconstrucción hacer notar los siguientes elementos:

  • Primero que nada, el ciego se da cuenta de que necesita ser curado: Es importante que se de cuenta de que está enfermo, si no, no va a pedir a nadie que lo ayude.
  • Sabe que hay alguien que lo puede curar: Jesús. Tiene fe en El.
  • Pide que lo cure.
  • Es salvado por Jesús. Jesús no solamente lo cura, sino que lo salva. El le dice: "Tu fe te ha salvado". Y esta salvación no la ha ganado el ciego por ser bueno, o por que a Jesús le dio lástima, o porque Jesús tuvo que curarlo para quedar bien con la gente, sino porque el ciego tuvo Fe.
  • Por último, el ciego agradece la salvación. Y lo hace alabando a Dios, porque reconoce que ese que lo salvó no es un simple hombre, sino que es el mismo Dios.


Jesús quiere salvarme a mí
Hoy, la humanidad necesita ser salvada nuevamente.

Todo esto acerca de la salvación de Jesucristo, está muy bien. Pero he aquí un grave error en el que podemos caer los cristianos:

"Terminada la Misa, una mujer se acerca al sacerdote, entusiasmada, y le dice: Hay padre. Su sermón de hoy me pareció estupendo. ¡Le viene de maravillas a un montón de personas que yo conozco!"

Muchas veces, nos limitamos a teorizar demasiado a Dios: "Jesús vino a salvar a la humanidad". Pero Jesús no vino para salvar a la humanidad así en abstracto. Jesús vino a salvarnos a cada uno de nosotros, y no nos salvó hace dos mil años, sino que nos quiere salvar hoy.

Es preciso que cada uno de nosotros descubramos que necesitamos ser salvados. Que no porque sentimos que somos "buenitos", Jesús no tiene nada que hacer en nuestras vidas. Cada día de nuestra vida necesitamos la acción salvadora de Jesús para que nos vaya acercando cada vez más a su Padre. Jesús no vino a salvar a los demás, sino a salvarme a mí.


Oración final
Se ubican todos frente a una cruz con Cristo crucificado y se los invita a escuchar a Jesús que hoy quiere hablarles, y se hace escuchar la canción "Nadie te ama como yo". Luego de ello, se invita a los participantes a expresar su agradecimiento a Jesús por ese gran acto de amor, por esa salvación que nos ha regalado. Luego de las oraciones personales, se canta el estribillo en tercera persona: "Nadie me ama como vos…".


9.  Dinámica: Escenificación.
La libertad que da la conversión.

Todos los jóvenes empiezan agachados dentro de una jaula invisible. Se ve que sufren y tienen dolor, atrapados, con movimientos lentos (simulan muy bien que están dentro de una jaula). Una Biblia es puesta apenas al alcance de un joven. Extendiendo su brazo, la toma, y la mete dentro de la jaula. La abre y descubre una llave. Con las manos muestra claramente que tiene la llave en la mano, y con la Biblia y la llave abre la puerta de la jaula y se escapa, dejando a los demás adentro.

Se ve el gozo y el alivio del joven ya fuera de la jaula. Brinca y sonríe, disfrutando su libertad. Después de un rato, se acuerda de sus compañeros que todavía están atrapados, encerrados en la tristeza y la miseria. Con la misma Biblia que tiene en sus manos, se acerca a la jaula, y les da la Biblia a los prisioneros. Ellos también la abren, sacan la llave, y salen de su esclavitud.

               Todos se empiezan a regocijar y a disfrutar las maravillas y la gloria de la vida. Se salen del escenario.
               Requiere algo de explicación al final de la obra: encontramos en la Biblia el mensaje que nos da libertad.


10.      Videos sobre la muerte de Jesús.
11.      Comida:
En la comida se puede invitar a personas necesitadas compartir los alimentos y dentro de la comida ofrecerles despensas ropa etc.
Al punto de las tres de la tarde hacer el minuto de silencio, sonar la matraca durante un minuto mientras todos los de más permanecemos de rodillas y en silencio recordando que en ese preciso momento murió Jesús en la cruz.


12.      Dinámica: “Reflexión de las 7 palabras”.
Primera Palabra.
"Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lc. 23,34).
Aunque he sido tu enemigo,
mi Jesús: como confieso,
ruega por mí: que, con eso,
seguro el perdón consigo.

Cuando loco te ofendí,
no supe lo que yo hacía:
sé, Jesús, del alma mía
y ruega al Padre por mí
Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la cruz para pagar con tu sacrificio la deuda de mis pecados, y abriste tus divinos labios para alcanzarme el perdón de la divina justicia: ten misericordia de todos los hombres que están agonizando y de mí cuando me halle en igual caso: y por los méritos de tu preciosísima Sangre derramada para mi salvación, dame un dolor tan intenso de mis pecados, que expire con él en el regazo de tu infinita misericordia.
Señor pequé, Ten piedad y misericordia de mí.

Segunda Palabra:
"Hoy estarás conmigo en el Paraíso" (Lc 23, 43).
Vuelto hacia Ti el Buen Ladrón
con fe te implora tu piedad:
yo también de mi maldad
te pido, Señor, perdón.
Si al ladrón arrepentido
das un lugar en el Cielo,
yo también, ya sin recelo
la salvación hoy te pido.
Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la Cruz y con tanta generosidad correspondiste a la fe del buen ladrón, cuando en medio de tu humillación redentora te reconoció por Hijo de Dios, hasta llegar a asegurarle que aquel mismo día estaría contigo en el Paraíso: ten piedad de todos los hombres que están para morir, y de mí cuando me encuentre en el mismo trance: y por los méritos de tu sangre preciosísima, aviva en mí un espíritu de fe tan firme y tan constante que no vacile ante las sugestiones del enemigo, me entregue a tu empresa redentora del mundo y pueda alcanzar lleno de méritos el premio de tu eterna compañía.
Señor pequé, Ten piedad y misericordia de mí.
Tercera Palabra.
"He aquí a tu hijo: he aquí a tu Madre" (Jn 19, 26).
Jesús en su testamento a su Madre Virgen da:
¿y comprender quién podrá de María el sentimiento?
Hijo tuyo quiero ser,
sé Tú mi Madre Señora:
que mi alma desde a ahora
con tu amor va a florecer.
Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la Cruz y , olvidándome de tus tormentos, me dejaste con amor y comprensión a tu Madre dolorosa, para que en su compañía acudiera yo siempre a Ti con mayor confianza: ten misericordia de todos los hombres que luchan con las agonías y congojas de la muerte, y de mí cuando me vea en igual momento; y por el eterno martirio de tu madre amantísima, aviva en mi corazón una firme esperanza en los méritos infinitos de tu preciosísima sangre, hasta superar así los riesgos de la eterna condenación, tantas veces merecida por mis pecados.
Señor pequé, Ten piedad y misericordia de mí.
Cuarta Palabra:
"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (Mt 27, 46).
Desamparado se ve
de su Padre el Hijo amado,
maldito siempre el pecado
que de esto la causa fue.
Quién quisiera consolar
a Jesús en su dolor,
diga en el alma: Señor,
me pesa: no mas pecar.
Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la Cruz y tormento tras tormento, además de tantos dolores en el cuerpo, sufriste con invencible paciencia la mas profunda aflicción interior, el abandono de tu eterno Padre; ten piedad de todos los hombres que están agonizando, y de mí cuando me halle también el la agonía; y por los méritos de tu preciosísima sangre, concédeme que sufra con paciencia todos los sufrimientos, soledades y contradicciones de una vida en tu servicio, entre mis hermanos de todo el mundo, para que siempre unido a Ti en mi combate hasta el fin, comparta contigo lo mas cerca de Ti tu triunfo eterno.
Señor pequé, Ten piedad y misericordia de mí.
Quinta Palabra:
"Tengo sed" (Jn 19, 28).
Sed, dice el Señor, que tiene;
para poder mitigar la sed que así le hace hablar,
darle lágrimas conviene.
Hiel darle, ya se le ha visto: la prueba, mas no la bebe:
¿Cómo quiero yo que pruebe la hiel de mis culpas Cristo?
Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la Cruz, y no contento con tantos oprobios y tormentos, deseaste padecer más para que todos los hombres se salven, ya que sólo así quedará saciada en tu divino Corazón la sed de almas; ten piedad de todos los hombres que están agonizando y de mí cuando llegue a esa misma hora; y por los méritos de tu preciosísima sangre, concédeme tal fuego de caridad para contigo y para con tu obra redentora universal, que sólo llegue a desfallecer con el deseo de unirme a Ti por toda la eternidad.
Señor pequé, Ten piedad y misericordia de mí.
 Sexta Palabra.
"Todo está consumado" (Jn 19,30).
Con firme voz anunció Jesús, ensangrentado,
que del hombre y del pecado
la redención consumó.
Y cumplida su misión,
ya puede Cristo morir,
y abrirme su corazón
para en su pecho vivir.
Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la Cruz, y desde su altura de amor y de verdad proclamaste que ya estaba concluida la obra de la redención, para que el hombre, hijo de ira y perdición, venga a ser hijo y heredero de Dios; ten piedad de todos los hombres que están agonizando, y de mí cuando me halle en esos instantes; y por los méritos de tu preciosísima sangre, haz que en mi entrega a la obra salvadora de Dios en el mundo, cumpla mi misión sobre la tierra, y al final de mi vida, pueda hacer realidad en mí el diálogo de esta correspondencia amorosa: Tú no pudiste haber hecho más por mí; yo, aunque a distancia infinita, tampoco puede haber hecho más por Ti.
Señor pequé, Ten piedad y misericordia de mí.
Séptima Palabra:
"Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" (Lc 23, 46).
A su eterno Padre, ya el espíritu encomienda;
si mi vida no se enmienda,
¿en qué manos parará?
En las tuyas desde ahora
mi alma pongo, Jesús mío;
guardaría allí yo confío
para mi última hora.
Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la Cruz, y aceptaste la voluntad de tu eterno Padre, resignando en sus manos tu espíritu, para inclinar después la cabeza y morir ; ten piedad de todos los hombres que sufren los dolores de la agonía, y de mí cuando llegue esa tu llamada; y por los méritos de tu preciosísima sangre concédeme que te ofrezca con amor el sacrificio de mi vida en reparación de mis pecados y faltas y una perfecta conformidad con tu divina voluntad para vivir y morir como mejor te agrade, siempre mi alma en tus manos.
Señor pequé, Ten piedad y misericordia de mí.
 Oración Final:
1 Padre Nuestro, 1 Ave María, 1 Gloria


13.      Sociodrama: los angelitos.
(Papá y mamá discuten por la venida de un nuevo hijo)
Papá: ¿por qué no te cuidaste? Tú sabías que no queríamos más hijos, no te basta con un drogadicto y una adolescente.
Mamá: pero ¿por qué te pones así? No es el fin del mundo, sólo es un hijo más.
Papá: ¿qué fácil no? Como tú no los mantienes, ya estoy harto de tu hijo el mayor que nomás vive para drogarse y la niña de fiesta en fiesta.
Mamá: pero entiende son tus hijos, recuerda con cuanto cariño los esperamos no puedes expresarte así de ellos que ya no los quieres.
Papá: no me fastidies! sabes ya me tienes harto, ya no te soporto. Siempre lo mismo, por eso tus hijos son así, que se podía esperar de una madre tan considerada solo que sus hijos sean unos inservibles.
Mamá: pues si eso es lo que crees porque no te vas y me dejas de molestar a mí  y a tus hijos, yo también ya no soporto más tus indiferencias, tus humillaciones. 
Narrador: (Dios estaba en el cielo, mirando como actuaban los hombres reinaba la desolación, más de 6000 millones de seres humanos, son pocos para la magnificencia divina del amor suspiró el Señor, vio a tantos humanos en guerra esposos y esposas que no completaban su espíritu, ricos y pobres alejados, sanos y enfermos distantes libres y esclavos separados que un buen día reunió a su ejercito de ángeles y les dijo:
Dios: pueden ver a los seres humanos, necesitan ayuda, tendrán que bajar a la tierra.
Ángel: ¿nosotros? preguntó ilusionado pero a la vez asustado.
Dios: si, ustedes son los indicados, nadie más podría cumplir esta tarea, hice al hombre a imagen y semejanza mía, pero con talentos distintos cada uno y permití diferencia entre ellos, para que juntos formaran el Reino de Dios, serían ricos y compartirían con los pobres, otros gozarían de salud para que cuiden a los enfermos. Los buenos tendrán que rezar por los malos, en fin mis planes deben cumplirse para que el hombre goce de felicidad eterna.
Ángel 2: ¿de qué se trata?
Dios: (frente a 7 ángeles) como los hombres se han olvidado que los hice distintos para que se completaran unos con otros bajaran ustedes con francas distinciones y tareas especiales. Tú tendrás memoria y concentración de excelencia serás ciego.
Tú serás elocuente con tu cuerpo y muy creativo para expresarte serás sordo mudo.
Tú tendrás pensamientos profundos, escribirás libros, serás poeta, tendrás parálisis cerebral.
A ti, te daré el don del amor y serás su persona, habrá muchos como tu en toda la tierra y no abra distinción entre ustedes porque tendrás la cara los ojos las manos y el cuerpo como si fueran hermanos de sangre tendrás síndrome de DAWN.
Tu vivirás en la tierra, pero tu mente se mantendrá en el cielo, preferirás escuchar mi voz que la de los hombres tendrás autismo.
Tu serás hábil como ninguno, te faltaran los brazos y harás todo con las piernas y la boca.
Ángel 1: ¿cuánto tiempo estaremos sin verte?
Dios: no se preocupen, estaré con ustedes todos los días, además esto durará muy poco.
Ángel 2: está bien padre, será un instante en el reloj del tiempo.
Narrador: y bajaron a la tierra emocionados, cada uno llego al vientre de una madre, hay se formaron durante 6, 7,8 o 9 meses al nacer fueron recibidos con profundo dolor, causaron miedo y angustia, algunos padres rehusaron la tarea, otros la asumieron enojados, otros se echaron culpas hasta disolver su matrimonio, y otros mas lloraron con amor y aceptaron el deber.
(Entran al escenario los personajes papá, mamá, hijo e hija y con un niño que tenga síndrome de DAWN, si se puede llevar familias que tengan hijos con las distintas capacidades especiales y cuando estén en el escenario se termina con...)
Narrador: siguen bajando ángeles a la tierra, con espíritus superiores en cuerpos asimilados y seguirán llegando mientras haya humanidad en la tierra, como los angelitos saben que su misión y sus virtudes son: unión, fe, esperanza y caridad gobernadas por el amor; ellos han sabido perdonar y con gran paciencia pasan la vida iluminando a todo aquel que los ha querido amar.


14.       Tema 4: Fe y conversión.
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Objetivo:
Mover a los participantes a hacer su profesión de fe, proclamando a Cristo como su salvador personal y que se propongan una conversión de vida para entregarse a Jesús por entero y vivir de acuerdo a sus enseñanzas.

Marco Teórico:
Por su obra redentora, Jesucristo ofrece a todo hombre la salvación y el perdón de los pecados. Pero es necesario que cada hombre haga propia esta salvación. Y esto se logra mediante la fe y la conversión.
La fe consiste no solo en creer en Dios sino en creerle a Dios, confiar en sus promesas y obedecer sus mandatos. Es preciso primero aceptar a Jesucristo como Salvador personal y renunciar a cualquier otra cosa que pudiese apartarnos de El.
La conversión implica cambiar nuestra vida, dejando todo aquello que se opone a la voluntad divina y viviendo según el estilo de vida que nos propone Dios por medio de Jesucristo.
(Lecturas complementarias para el animador: CIC 150-184; 1990-1994)

Dinámica
Se solicita un voluntario, al que se le vendarán los ojos. Se ayuda al voluntario a subirse a una silla o algún lugar con una altura similar. Se pide otro voluntario que se colocará junto al que tiene los ojos vendados, a quien se le indica que debe dejarse caer, y que el otro lo recibirá en sus brazos. A algunos se les dirá que quien los va a recibir es alguno del grupo que sea bastante fuerte y a otros se les dirá que los va a recibir alguno del grupo menudo y débil (para influir en la confianza para dejarse caer).

Luego de repetir la dinámica con otros voluntarios, se invita a los participantes que se dejaron caer, a compartir las experiencias vividas. Las preguntas que se harán son:

  • ¿Qué sensaciones y sentimientos experimentaste?
  • ¿Tuviste miedo? ¿Por qué sí o por qué no?
  • ¿Cómo te sentiste después de caer?

De lo compartido puede llegarse a descubrir lo siguiente:

  • El que estaba con los ojos vendados sentía miedo de dejarse caer porque no veía lo que estaba sucediendo.
  • Tuvo menos miedo quien tenía confianza en la persona que lo iba a recibir, o si sabía que quien lo iba a recibir era lo suficientemente fuerte para sostenerlo.
  • Cuando quien se le dijo que lo iba a recibir era alguien pequeño y con no mucha fuerza, se sintió poca confianza y algo de miedo.

Para concluir la dinámica, se deja en claro lo que se ha deducido de la misma:
  • El que tenía los ojos vendados era invitado a dejarse caer, aunque no veía lo que ocurría
  • Había alguien esperándolo con los brazos extendidos para recibirlo y quitarle la venda de los ojos.
  • Era preciso tener confianza, aunque no se viera al que lo estaba esperando
  • Era preciso "dejarse caer".

Fe y Conversión
Con la salvación que nos trajo Jesucristo ocurre lo mismo. En la charla anterior, dijimos que El ya nos salvó… de una vez y para todas, no hace falta nada más de su parte. …Pero todavía no: hace falta que nosotros hagamos nuestra esa salvación. ¿Y cómo se hace nuestra esa salvación? Tiene mucho que ver con lo que acabamos de vivir en la dinámica.

1° paso: Tener fe:
  • La fe es el requisito para la salvación. Repartir a los participantes los siguientes textos narran numerosos milagros de Jesucristo, y uno de Pablo.
-Mt 9,1-2: Curación de un paralítico
-Mt 9,20-22: Curación de una mujer con flujo de sangre
-Mt 9,27-29: Curación de 2 ciegos
-Mt 15,21-28: Curación de la hija de una cananea
-Mc 10,46.51-52: Curación del ciego de Jericó.
-Lc 7,36-38.48.50: La pecadora arrepentida
-He 14,8-10: Pablo cura a un cojo

Pedir a los participantes que descubran el común denominador en todos ellos: el requisito indispensable para que el enfermo fuera curado, era que tuviera fe. Quien obra el milagro, siempre termina diciendo: "Vete, tu fe te ha salvado". Lo mismo ocurre con nosotros. El primer requisito para que recibamos la Salvación de Jesucristo es que tengamos fe.

  • Y ¿qué es la fe? San Pablo la define muy bien en su carta a los Hebreos: "La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven" (Heb 11,1).


Cuento: Papá Bombero.
"Se había desencadenado un incendio terrible en una casa. Los bomberos habían llegado hace rato y luchaban desesperadamente por apagar el fuego, pero las llamas crecían cada vez más. En una ventana del primer piso, lloraba un niño y abajo, varios bomberos le gritaban que salte, que abajo lo esperaban con una cama elástica, pero no hacía caso. El niño no quería saltar: solamente lloraba. La planta baja estaba totalmente cubierta de fuego, por lo que era imposible intentar entrar para sacar al niño, así que los bomberos y la gente que se había arremolinado, gritaban insistentemente pidiendo al niño que salte, que no había peligro, que era seguro, sin conseguir nada.

De pronto apareció a toda velocidad otro carro de bomberos, y bajó de él un hombre joven, luciendo su traje de bombero y su casco rojo. "¡Salta, Carlitos, que yo te recibiré!", gritó. Inmediatamente el niño se arrojó por la ventana y cayó en los brazos del bombero.

Los bomberos que estaban de antes, se sintieron heridos en su amor propio porque habían estado intentando largo rato que el niño saltase, sin resultado, y este bomberito llegaba y con pedir una sola vez, lograba lo que ellos no habían podido. "¿Por qué cuando nosotros te pedíamos que saltes no lo hiciste, y cuando llegó este hombre saltaste al instante?", preguntaron algo molestos al niño, a lo que éste respondió mientras abrazaba al bombero que lo sostenía en brazos: "Porque éste es mi papá".

Así es la fe. Es esa confianza ciega que cree aunque no ve, porque sabe en quién la está poniendo. El niño no saltaba porque no tenía confianza en esos hombres que no conocía, pero cuando apareció su padre, se arrojó inmediatamente a sus brazos, aunque el humo le impedía verlo, pero oía esa voz que conocía y que lo conocía a él. Al igual que en el juego, la confianza o no para dejarse caer dependía de quién fuera la persona que lo iba a recibir.

La fe tiene, entonces, dos facetas:
  • Creer, y no solamente creer en Dios, sino creerle a Dios. El diablo también cree en Dios, y eso no le vale de nada. La fe no es un "acto intelectual" de aceptar que Dios existe, sino que es una actitud interior de aceptación de su Plan de Salvación.
  • Confiar. Implica un abandono incondicional en las manos de Dios, así como aquel niño que fue capaz de arrojarse en medio del humo y de las llamas, porque era su papá el que estaba ahí abajo.

  • Por la fe alcanzamos la Salvación: El objetivo de la fe es alcanzar la salvación, así lo definen los primeros apóstoles en sus cartas:

-Ante la pregunta del carcelero: "¿Qué debo hacer para alcanzar la salvación?", Pablo le responde: "Cree en el Señor Jesús y te salvarás tú y toda tu familia" (He 16,30-31)
-"El que crea y sea bautizado se salvará. El que no crea se condenará" (Mc 16,16)
-"Todo el que crea en El, alcanza por su nombre el perdón de los pecados" (He 10,43)
-"Ustedes deben saber que la remisión de los pecados le ha sido anunciada por El. Y la justificación que ustedes no podían alcanzar por la Ley de Moisés, gracias a El la alcanza todo el que cree" (He13,38-39)


2° Paso: Conversión
Pero para recibir la salvación de Jesucristo, no basta solamente con "creer" en El y en su salvación. Para que el niño del cuento fuera rescatado de las llamas, no bastó con que creyese en que su papá estaba ahí abajo, sino que tuvo que "saltar". Este acto de valentía y de confianza plena, se llama Conversión.

  • Inmediatamente después del discurso de Pedro luego de Pentecostés, los que habían creído en todas las cosas que Pedro anunció, pregutaron "Hermanos, ¿qué debemos hacer?". Pedro respondió "Conviértanse y háganse bautizar en el nombre de Jesucristo para que les sean perdonados los pecados…" (He 2,37-38).

  • La conversión es un cambio de vida, para lo cual hay que nacer de nuevo. Como le dijo Jesús a Nicodemo: "Te aseguro que el que no renace de lo alto, no puede ver el Reino de Dios" (Jn 3,3)

  • Según Marcos, cuando Jesús comienza su predicación, su primer mensaje es: "Conviértanse y crean en la Buena Noticia" (Mc 1,15b)

Cuento "El elefante atado a la estaca".
"Cada vez que voy a un circo, me llama poderosamente la atención la imagen del elefante, grande e imponente, con una pata atada con una cadena a una pequeña estaca clavada al suelo. ¿Alguna vez han prestado atención? ¿Nunca se han preguntado cómo es posible que semejante animal se deje retener por una pequeña estaca clavada en el suelo? ¿Cómo semejante bestia capaz de arrancar de cuajo un árbol con su trompa permanece atado a una minúscula estaca que le sostiene una pata?

Ocurre que alguna vez ese inmenso animal, fue un elefantito bebé, del tamaño de un ternero. Y siendo pequeño, ataron su débil patita a una cadena y con ella a una estaca clavada en el suelo. El pequeño animalito tironeó y tironeó para tratar de soltarse, sin lograrlo. Tal vez pasó días jalado de la cadena intentando liberarse, sin conseguirlo. Así luchó y forcejeó hasta que por fin, un día, exhausto cayó rendido al suelo, dándose por vencido.

Pasaron los años, y el bebé elefantito se convirtió en un enorme elefante adulto y fuerte. Pero de su memoria no se ha borrado nunca aquella imagen de haberse sentido derrotado por la estaca, y de aquellos frustrantes días de forcejeo. Hoy, siendo un adulto, cuando siente su pata atada a la estaca, ni siquiera intenta liberarse, porque en su interior sigue siendo el elefantito bebé derrotado por la pequeña estaca…"

En nuestra vida ocurre lo mismo. Después de tantos años de vivir esclavizados al pecado, nos hemos acostumbrado a sentirnos más débiles que el pecado. Sin embargo, Jesús, por medio de su muerte y resurrección nos ha dado la fuerza suficiente para liberarnos, pero hace falta que nosotros nos demos cuenta y demos el gran paso: la conversión.

Oración:
Se invita a los participantes a realizar un Acto de Fe y un Acto de Conversión, diciéndole a Jesús que creemos en El, que lo amamos y que queremos que entre en nuestras vidas y las transforme.

Como motivación puede utilizarse la advertencia de Jesús: "Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y me abre, entraré a él…" (Ap. 3,20)

Cantos: "Déjame nacer de nuevo" u otro similar.


15.      Celebración de los oficios.
- Lectores de la Pasión.
- Forma de adoración de la Cruz se hará.
Cosas que preparar:
a)      En la Sacristía:
-Ornamentos rojos.
b)      En el presbiterio:
-Altar desnudo
-Sagrario vacío
-Lugar de la postración
-Lugar para la lectura de la Pasión.
c)      En la credencia
-Mantel
-Corporal
-Manutergio
-Platillo para la comunión.
d)      En el Monumento:
-2 cirios encendidos (para acompañar al Santísimo al Altar)

ü  Si se hace la primera forma de presentar la Cruz, en la Credencia está la Cruz cubierta con un velo morado o rojo y dos cirios.
ü  Si se hace la segunda forma de presentar la cruz, en la puerta debe estar la cruz descubierta  dos cirios.

Liturgia de la Palabra.
               Monición de entrada.
               Hermanos: nos reunimos esta tarde para celebrar la Pasión y Muerte de Jesucristo, nuestro Señor.
               Para  Jesucristo la Pasión y Muerte en la Cruz no son una derrota definitiva, ni tienen un fin en sí mismos; son un paso para la victoria absoluta sobre el pecado, son un camino para resucitar a la vida nueva, porque “si el grano de trigo cae en tierra y muere no da fruto”.
               Avivemos nuestra fe y vivamos intensamente esta celebración para amar la Cruz como Cristo la amó.

               Monición a las lecturas: 1.- (Is. 52, 13-52, 12). 2.- (Heb. , 14-16; 5, 7-9); Ev. (Jn 18,1-19,42)
               Abramos de par en par nuestra mente y nuestro corazón para que la Palabra de Dios que nos dirige el profeta Isaías y el autor de la Carta a los Hebreos, descienda como llovizna sobre nuestra vida y la transforme. Escuchemos con atención.

               Oraciones:
               Cristo murió en la Cruz para salvar a todos los hombres; oremos por los fieles de la Iglesia, por los que van a recibir próximamente el bautismo y por los que no han recibido el mensaje de salvación.

Adoración de la Cruz
Monición antes del descubrimiento:
               Hermanos: la Cruz simboliza la moneda que hay que pagar por el pecado humano y es, de este modo, el medio de nuestra liberación ante Dios. Que esta parte de nuestra celebración manifieste que en verdad amamos la Cruz y quereos seguir el camino de ella para llegar hasta Dios.
Monición después del descubrimiento:
               La cruz fue escándalo para los judíos; para los griegos, locura; para otros, piedra de choque. Cristo colgado de ella, parece un fracasado y la Cruz un suplicio.
               Nosotros los cristianos, en la Cruz vemos el instrumento por el que nos llegó la alegría de la redención. Al adorarla, adoraremos a la cruz y cantaremos su victoria.
Comunión.
Monición:
               Hermanos: hemos conmemorado la Pasión y Muerte de nuestro Señor Jesucristo. El es el Cordero sacrificado, sangre ha quitado el pecado a la humanidad. Ahora nos invita a acercarnos a comer el Pan de la Vida.

16.      Dinámica.
Dinámica el cuarto oscuro

Material: Video cámaras, televisión, cañón y un cuarto oscuro pequeño apartado del salón de usos múltiples.

Indicaciones: Esta dinámica consiste en el cuarto proyectar imágenes de las familias de los que están en el encuentro con la finalidad que la familia les den un mensaje optimista, de aliento o expresarles algo chido que los motive a seguir adelante. Para esto, es necesario ir a grabar casa por casa los mensajes de las diferentes familias, el mensaje dependerá mucho de las personas que vayan a entrevistar a las familias. Las preguntas para esta entrevista serán de los problemas familiares o preguntas como estas: ¿Qué le diría a su hijo que está viviendo un encuentro con Jesús? ¿Qué cree usted que le molesta de su familia? ¿Le diría que lo quiere?

Dinámica: Escribe tu carta.

Consiste en motivar a los asistentes a la Pascua Juvenil que escriban a sus Padres una carta expresando todo aquello que quizá no les han dicho antes: cuánto los aman, pedir perdón, dar gracias, reconciliar el pasado, etc., motivar para que esta carta la entreguen ese mismo día al llegar a sus casas.

17.      Rosario de pésame.
(Cada misterio se puede ilustrar con imágenes que se proyecten sobre la pasión de Cristo)
INTRODUCCIÓN:

               Virgen Santísima, Madre de Dios y madre nuestra, María. En este viernes santo estamos aquí para acompañante en tu dolor. Te damos el pésame por la muerte de tu Hijo. Era tu Hijo único, tu único apoyo; te has quedado sola. Estamos contigo, María.
Un día lo aceptaste en tus entrañas y lo llevaste nueve meses; hoy lo aceptas muerto y lo llevas al sepulcro. En Belén lo acariciaste niño, y su ternura te embelesaba; hoy lo acaricias muerto, hinchado por los golpes, sucio por el sudor, el polvo, la sangre y los escupitajos, y con el hedor de sangre en descomposición.
Un día, en la pobreza del sepulcro, lo envolviste en pañales y lo acostaste en un pesebre para la adoración de los ángeles y los pastores; hoy lo envuelves en la síndrome y las vendas y lo llevas a la fría loza del sepulcro prestado, custodiado por soldados ante el terror de sus amigos. ¡Qué contraste!
No murió de muerte natural, a larga edad, como era la promesa para los justos; sino que te lo mataron, en una vergonzosa ejecución de esclavo o criminal político, que no tenía nada que lo hiciera aparecer como héroe o como mártir. Ese vulgar asesinato había sido proyectado desde hacía tiempo, precisamente por las autoridades religiosas y políticas. Será de esos crímenes que nunca se esclarezcan, porque se hacen para acallar tanta corrupción. Tu Hijo nunca quiso ceder, y acabó crucificado, cuando apenas comenzaba a redondear su proyecto de evangelización mundial para el establecimiento del Reino de Dios.
Madre, no pudiste cerrarle los ojos, ni limpiarle el sudor de la agonía, ni darle de beber un trago de agua, ni decirle al oído la última oración. Entre los gritos e insultos de la plebe morbosa, hambrienta de sangre, te llamaron "la madre del condenado". Con dificultades y entre controversias, estuviste cerca de la Cruz, frente a frente, en diálogo. Cuánto sufrías, Madre tierna e inocente. Aunque toda tu vida estuviste preparada, esperando la espada de dolor que traspasaría tu alma, eso no menguaba tu dolor moral. Pero sufrías con gran esperanza, valerosamente, pues estabas de pie, uniendo tu dolor a su dolor redentor en favor del mundo. Estuviste de pie, postura sacerdotal, del hombre libre, que se ha levantado de la postración.
Te quedaste sola, María. Ya eras viuda, y ahora pierdes a tu único Hijo, para sentir el dolor del Padre celestial. Jesús era tu único apoyo. Un día también habías devuelto a Dios al esposo que te había dado. En tu casita de Nazaret, ya hace tiempo que vivías sola; pero de vez en cuando llegaba tu Hijo Jesús, para que lavaras su ropa, orar juntos, platicar de las cosas que otros no comprendían, preparar el futuro. Por culpa de Jesús, habías tenido rupturas con tu familia, pues no aceptaban el curso que tomaba su misión. Ahora ya no tienes a nadie. Ahora entregas también a Jesús al Dios de los vivientes, y su cuerpo al polvo del cual salimos, en castigo del pecado.
Madre: estás completamente sola, abandonada, pobre, mujer de carne y hueso, en medio un pueblo subdesarrollado y dependiente, sometido por un imperio que margina a quienes no son competitivos y productivos, que juega con la dignidad de las personas, sacrificándolas en aras del consumismo o de los caprichos de los magnates. Entras a formar parte del contingente de los miles de gentes que pasan desapercibidos, excluidos de los procesos de cambio y desarrollo.
Madre: ni modo, es imposible callarlo: somos los asesinos. Nosotros matamos a tu Hijo. En nuestras manos chorrea su Sangre caliente. Nuestro pecado lo clavó a la Cruz descuartizado.
Era muy molesto para nosotros. No echaba en cara nuestras incongruencias. Nos pedía perdonar, reconciliarnos, ser castos, respetar el honor y los bienes ajenos, vivir como hermanos, defender la verdad, desterrar los sentimientos negativos, poner a Dios por encima de nuestros negocios. Apelaba a nuestra conciencia, en lugar de seguir la opinión pública o las pasiones.
No podíamos tolerarlo. Sería capaz de derrumbar todo el mundo que habíamos construido. Parecía querer amargar nuestra felicidad a toda costa. Porque nos hemos convencido que sólo pecando se puede ser feliz. Y era preciso deshacernos de El. Taparle la boca para que no hable; desaparecerlo para que no nos siga cuestionando; ridiculizarlo, para que siga poniendo en crisis nuestros valores y tradiciones.
Nuestros pecados lo llevaron a la Cruz. El que no ama, es un asesino. Han pasado los años y los siglos; sabemos que es el Salvador que murió por nosotros, pero no nos tentamos el corazón para seguir pecando. Y con el pecado, volvemos a crucificar al Señor de la gloria. Somos los asesinos, Madre. Los homicidas que buscan refugio, y lo intentan junto a ti, la madre del ajusticiado.
Sabemos que tú nos recibes, pues eres nuestra Madre. Jesús te confió esa nueva misión en la Cruz. En realidad no estás sola, pues somos tus hijos y estamos contigo. No importa que seamos unos monstruos de maldad, tú nos aceptaste como tus hijos, y nos cuidarás como lo hiciste con Jesús. No nos odias, porque tu corazón se purificó en el crisol del dolor, y sólo sabe amar como tu Jesús, y perdonar como El.

               Por eso venimos a hundirnos en tu regazo. Somos nosotros los que nos hemos quedado solos. Somos nosotros los que sufrimos sin esperanza. Somos nosotros los que sentimos que nos queman las treinta monedas en las manos y estamos al borde de la desesperación. Somos nosotros los que nos sentimos perseguidos por el fantasma de tu Hijo y los remordimientos de nuestros pecados. Somos nosotros los que necesitamos consuelo y compañía, porque el mal nos hunde en el aislamiento y la más cruel soledad. Evitando ser heridos por la Palabra de Dios, nos expusimos a los misiles del pecado, y que denigrante esclavitud nos han impuesto.
               Madre: ten misericordia de estos asesinos. No nos entregues a la justicia, pues tu Hijo ha ofrecido la satisfacción suficiente por nosotros. No supliques castigo ni escarmiento para nosotros, sino conversión. Como tú, queremos seguir las huellas de tu Hijo. Y acompañarte en tu vivencia de la calle de la amargura y del calvario, para soportar nuestras pequeñas pero pesadas cruces.
Madre de amplio regazo que abarca a toda la humanidad, Virgen Santísima, Madre de Dios y madre nuestra, María. En este viernes santo estamos aquí para acompañante en tu dolor. Te damos el pésame por la muerte de tu Hijo. Y no queremos que sigas llorando por tus hijos perdidos, muertos sin ilusión ni esperanza.
Que no llores junto al accidentado por imprudencia; junto al muerto por sobredosis; junto al suicida que creyó escapar de sus problemas; junto a la muchacha fácil que se desligó de sus padres para hacerse juguete de cualquier tirano aprovechado; junto al sidoso que frustró su juventud; junto al apático que desperdició sus capacidades; junto al hijo engendrado que nunca nació; junto al ratero que pasa en prisión sus mejores años; junto al que sufre porque le falta techo, escuela y amor. Son tus hijos nuevos, María.
Perdiste un Hijo muy bueno, adquiriste unos hijos que te causan preocupación. Pero los quieres como tu hijo único, como tu único apoyo; y los acompañas en su vía dolorosa. Te has quedado sola, pero no queremos que te sigas quedando sola. Estamos contigo, María. Te acompañamos en tu pesar. Te acompañamos en tus cuidados. Cuenta con nosotros.

PRIMER MISTERIO: MARIA LLORA POR AMOR

Del libro de las Lamentaciones (1,8-12):
               Mucho ha pecado Jerusalén, por eso ha quedado impura. Todos los que la honraban la desprecian, porque han visto su desnudez; y ella misma gime vuelta de espaldas. Su inmundicia se pega a su ropa, no pensó ella en este fin. Su caída ha sorprendido, no hay quien la consuele. Mira, Señor, mi miseria, que el enemigo se crece. Echó mano el enemigo a todos sus tesoros; ha visto ella a los paganos penetrar en su santuario, aquellos de quienes ordenaste: no entrarán en tu asamblea. Su pueblo entero gime y anda en busca de pan; cambian sus tesoros por comida, por ver de recobrar la vida. Mira, oh Dios, y contempla qué envilecida estoy. Ustedes, los que pasan por el camino, miren, fíjense bien si hay dolor parecido al dolor que me atormenta, con el que el Señor me castigó el día de su ardiente cólera. Palabra de Dios.
Jeremías lloraba el esplendor caído: el templo, las murallas y palacios, quedó arrasado y saqueado. Tú, Madre, lloras el derrumbamiento del plan de salvación, por el cual tu Hijo murió en la Cruz. Lo lloras con amor de virgen y de madre. Porque tú eres madre virgen, y tu amor es de virgen madre. Es más, tu amor es de padre y madre.
Tú tienes amor de virgen, "solícita de las cosas del Señor" (1 Corintios 7,32), que sirve con corazón indiviso. Como dice el Salmo: "Si te tengo a ti en el cielo ¿qué me importa la tierra?" (72,25). Tú amas con amor de madre, como aquella madre del Libro de los Macabeos que animaba a sus hijos a dar la vida por la causa del Señor superando el dolor de las torturas. Ahora que ha llegado la Hora, como la madre de Tobías, tú también exclamas: "Mi hijo ha muerto" (Tobías 10,4). O como Resfa, mujer de Saúl, cuando sus dos hijos fueron crucificados y expuestos al público como escarmiento, ella permanecía al pie, sobre cilicio, día y noche, para estar espantando las fieras (2 Reyes 21,10). O como Rebeca, que dice a Jacob en su bendición: "Sobre mí recaiga tu maldición" (Génesis 27,13).
Madre, tú ahora estás llorando, llena de amor, por la ruina de nuestra población. Se ha apoderado de nuestras nuevas generaciones el consumismo, erotismo y secularismo. Se siente un gran vacío de Dios. Aumenta el clima de tensiones, violencia. Las ambiciones nos dividen y oponen. Se intenta llenar el vacío con una cultura de la muerte: droga, prostitución, delincuencia, adivinación, magia, pleitos. Cuántas sectas prometen en vano llenar ese vacío. Sale de la clandestinidad el lesbianismo, los incestos, el madresolterismo.
Tú eres mujer, pero nosotros muchas veces no apoyamos a las mujeres, ni la promovemos, ni las respetamos. El uso indiscriminado e irresponsable de anticonceptivos, la nueva versión de machismo, la irresponsabilidad hogareña de los varones, los juegos eróticos entre novios, la pornografía asociada a la publicidad y al Internet, la promoción del lesbianismo y la prostitución disimulada, los mensajes libertinos de las telenovelas, la tolerancia social de ciertos centros de diversión, la poca preocupación por la formación de valores en los hijos, son signos de esa falta de aprecio a la mujer. Si queremos evitar más llanto, hagamos algo.
Y nosotros, Madre, no tenemos ganas de llorar. No nos duele ni nuestra situación de ruina, ni tu dolor. Como tú, quisiéramos ser un espejo en el cual se dibuje la Pasión. Quisiéramos ser en verdad una clonación de tu Hijo, que nos amó hasta el extremo, no para condenarnos sino para salvarnos. Quisiéramos escuchar la voz del Espíritu Santo que nos dice: "Con todo corazón honra a tu padre, y no olvides los dolores de tu madre" (Sirácide 7,27).
SEGUNDO MISTERIO: MARIA LLORA LLENA DE ESPERANZA.
Del Evangelio de San Juan (12,24-28):
Jesús dijo: "En verdad, en verdad les digo que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, produce mucho fruto. El que ama su vida la pierde; y el que desprecia su vida en este mundo, la conservará para la vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, ahí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará. Ahora que mi alma está turbada voy a decir: Padre, líbrame de esta hora? Precisamente para eso he llegado a esta hora: Padre, glorifica tu Nombre". Palabra del Señor.
Murió el Señor. La muerte siempre ganó, como a todos. Está yerto, sin vida. Lo mataron en una ejecución injusta, por odio, por envidia, por nuestros pecados. Desapareció de este mundo, y de nuestra vista. Se acabaron los proyectos del Reino nuevo, de la Buena Noticia, de la fraternidad universal. Y tú lloras su desaparición. Como dice la Escritura: "Llora sobre el difunto, porque faltó la luz de su vida" (Sirácide 30,4).
Jesús desapareció para el mundo. "Feneció como flor del campo, que el tiempo la roza y ya no existe" (Isaías 40,6-7). Se acabaron sus amistades, sus afectos, sus favores. Jesús desapareció para los pobres, los marginados, los olvidados, los enfermos. Como Job, Jesús podía decir: "Era yo os ojos del ciego, y del cojo los pies; era padre de los pobres, la causa del desconocido examinaba" (Job 29,15-16). Jesús desapareció para ti y para los apóstoles, dejando un vacío que nada puede llenar.
Madre, pero Jesús desapareció para dar mucho fruto. Su obra de salvación perdura a través de los siglos y por todas las regiones del mundo. Nosotros somos su obra. Con razón dijo: "Si tuvieran fe, harían las obras que yo hago, y las haría todavía mayores".

Pero lo cierto es que Cristo, tu Hijo, desapareció. El mundo está lleno de idolatrías y falsas imágenes de Dios. Hemos contaminado el ambiente, agotado los recursos naturales, destruido el mundo. No vivimos como hermanos, sino que provocamos rupturas, heridas, distanciamiento; nuestras relaciones humanas están invadidas del cáncer de la corrupción y el egoísmo. Hemos acallado nuestra conciencia para que no nos inquiete. A muchos no les importa vivir en pecado.
Hemos expulsado de entre los vivos a tu Hijo, a quien tú lloras desconsolada.
Madre, nosotros queremos llorar contigo lágrimas de amor y esperanza también para nuestro mundo. "Si el grano de tierra muere, producirá mucho fruto". De este modo, queremos llenar el vacío que dejó tu Hijo. Nosotros queremos ser una prolongación de tu presencia para los profesionistas que se dicen agnósticos, para los universitarios que se quedan en sus dudas de fe, para los drogadictos que no se deciden a pedir ayuda, para las familias que han callado por mucho tiempo una situación que las hundía, para los enfermos mentales y los inválidos. Y, llenos de esperanza, contigo, decimos a Jesús: Allá nos veremos, hasta luego.
TERCER MISTERIO: MARIA NOS ADVIERTE PARA QUE CAMBIEMOS
Del libro de los Proverbios (3,1-12):
               Hijo mío, no olvides mi instrucción, guarda en tu memoria mis mandatos, pues te proporcionarán bienestar, y muchos días y años de vida. Que no te abandonen el amor y la lealtad, átalas a tu cuello, grábalas en la tablilla de tu corazón; así obtendrás estima y aceptación ante Dios y ante los hombres. Confía en el Señor de todo corazón y no te fíes de tu inteligencia; reconócelo en todos tus caminos y El enderezará tus sendas. No presumas de sabio, teme a tu Dios, y evita todo mal; será salud para tu carne y alivio para tus huesos. Honra al Señor con tus riquezas, con las primicias de todas tus ganancias: tus graneros se colmarán de grano y tus lagares rebosarán de mosto. No desprecies, hijo mío, la instrucción del Señor, que no te enfade su reprensión, porque Yahvé reprende a los que ama, como un padre a su hijo amado. Palabra de Dios.
Madre: cuánto sufrimiento te trae la Muerte de tu Jesús. Como dice el profeta: "Desde la planta del pie hasta la cabeza no encuentro en mí nada sano" (Isaías 1,6). El quiso salir al encuentro de esa ejecución, para cargar y quitar el pecado del mundo, como sacrificio de expiación. La justicia está restablecida. Las heridas en el cuerpo de Jesús eran lesiones en tu corazón de madre tierna. Has sido una madre tan cariñosa, tan afectuosa. Cuando limpiabas la sangre de su cuerpo yerto, sin duda que resonaban en tus oídos sus palabras: "Mujer, ahí tienes a tu hijo" (Juan 19,26-27). En la Cruz recibiste al traidor a cambio de Jesús; al siervo a cambio del señor; al discípulo a cambio del maestro; al pecador a cambio del justo.
Pero el Señor todo lo hace concurrir en favor de los que creen. Los males son correcciones de Dios, advertencias para cambiar, castigos parciales para enderezar el rumbo. Cuando un padre de familia corrige a un hijo que anda mal, a la madre también le duele el castigo y sufre, pero apoya a su marido, porque sabe que es en beneficio del hijo. Si el hijo quiere consolarla y no darle más aflicción, trata de corregirse.
Madre, vivimos en medio de la crisis, que nos afecta por todos lados: crisis económica, social, política, religiosa. Somos un pueblo humillado y rendido. Sufrimos una serie de calamidades. Crecen las adicciones entre adolescentes y mujeres; aumenta el desempleo, las familias resienten el machismo de los varones y un falso feminismo de mujeres liberales; encarecen las cosas y nos agobian tanto la apatía como el remordimiento; muchos consideran como normal las relaciones sexuales antes o fuera del matrimonio, y como anormal el casarse bien; aumenta el número de menores delincuentes.
La crisis económica se manifiesta en tantos negocios que van a la quiebra; la codicia de tantas personas que emprenden negocios sucios para intentar superarse; en el aumento de pobres y competencias sucias; en el deterioro de la calidad de vida y la propiciación de enfermedades nuevas; en la corrupción y el consumismo. La crisis social se expresa en nuestra falta de organización; la oposición entre clases sociales, barrios, familias; los accidentes; la falta de solidaridad entre los vecinos; la falta de participación para la solución de problemas comunes.
La crisis política se manifiesta en el ambiente de decepción frente a los partidos, frente al cambio, frente a las estrategias de formación cívica y participación; en el fanatismo en los partidos; en nuestra impotencia por cambiar un sistema corrupto en que vivimos; en nuestra falta de participación. Y los signos de la crisis religiosa es nuestra frialdad ante la nueva evangelización y acciones de la Iglesia; el alejamiento de la práctica religiosa por parte de los varones, profesionistas y jóvenes; la campaña de descalificación de la Iglesia y poca confianza en sus personas e instituciones.
Pero todo esto constituye un aviso para nosotros. No son desgracias, sino lecciones, para que aprendamos de la vida, como tú lo hiciste. Como un padre instruye y corrige a su hijo para que mejore, así Dios ha querido hacerlo con nosotros. Tú, Madre, en ningún momento consideraste la muerte de tu Jesús como una maldición, sino como una advertencia: "Si esto pasa con el leño verde ¿qué pasará con el seco?".
Son un aviso de instrucción, para que no olvidemos los bienes del cielo y los asuntos que se refieren a nuestra salvación eterna. Dice el Deuteronomio: "Come Jacob, se sacia, engorda, respinga, te has puesto grueso, rollizo, turgente, rechaza a Dios su hacedor, desprecia a la Roca, su salvación" (32,15). Es un aviso de corrección: a pecados públicos, corrección pública. "Si quedan sin corrección, que a todos toca, es señal de que no son hijos, sino bastardas... Cierto que ninguna corrección es a su tiempo agradable, sino penosa, pero luego produce fruto apacible de justicia a los ejercitados en ella. Por eso, robustezcan las manos caídas y las rodillas vacilantes, y enderecen para sus pies los caminos torcidos, para que el cojo no se descoyunte sino que más bien se cure" (Hebreos 12,8.11-13). Así tendremos una mejor convivencia. También es un aviso de misericordia. Como el Señor dijo: "Vuélvete a mí, tu Redentor" (Isaías 44,22); "invócame en la tribulación, te escucharé y me glorificarás" (Salmo 49,15). Nosotros estamos aquí por lo que justamente hicimos (Lucas 23,41), pero tú, Madre, nada debes. Sufres ahora por tus hijos. Si queremos consolarte, Madre, en este largo viernes santo de la historia, debemos obedecer lo que dice la Palabra de Dios: "Desechando la mentira, digan la verdad, pues somos miembros unos de otros. Si se enojan, no pequen; que no se meta el sol sin que se hayan contentado, no den ocasión al diablo. El que robaba ya no robe, sino trabaje con sus manos, haciendo algo útil, para socorrer al necesitado y hacer el bien a quienes los escuchen. No entristezcan al Espíritu Santo con el cual fueron marcados para el día de la Redención. Toda amargura, ira, cólera, gritos, malas palabras, y cualquier clase de maldad, desaparezca de entre ustedes. Sean amables, compasivos, y perdónense unos a otros como Dios los perdonó en Cristo" (Efesios 4,25-32).
Madre: nos humillamos bajo la poderosa mano de Dios (1 Pedro 5,6), y gritamos llenos de confianza, como Pedro: "¡Sálvanos, Señor, que perecemos!".
CUARTO MISTERIO: MARIA, REINA DE LOS MÁRTIRES
Del Evangelio de San Juan (15,13-21):
Jesús dijo: "Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. No los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su patrón; a ustedes los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que he oído a mi Padre. No me eligieron ustedes a mí, sino que yo los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto y su fruto permanezca, de modo que todo lo que pidan al Padre se los conceda. Si el mundo los odia, sepan que primero me odió a mí. Si ustedes fueran del mundo, el mundo amaría lo suyo, pero el mundo los odia porque yo los elegí para sacarlos del mundo. El siervo no es más que su patrón. Si a mí me persiguieron, también a ustedes los perseguirán; si han guardado mis palabras, también guardarán las de ustedes". Palabra del Señor.
Madre: cuántos motivos tienes para llorar de pena con tu Hijo muerto en los brazos. Lloras como Agar, cuando fue despedida por Abraham, en Bersebá, ante la amenaza de que su hijo Ismael muriera de sed (Génesis 21,6). Como lloró Jacob, cuando le presentaron la túnica ensangrentada de su hijo José (Génesis 37,33). Como lloró David cuando le comunicaron la noticia de la muerte de su hijo Absalón el rebelde (2 Reyes 19,4).
Madre, en la Cristíada, cuántas escenas de fervor hasta el martirio se vieron en nuestras tierras, como en las persecuciones del imperio romano en la heroica Iglesia antigua. En medio de los tormentos, injusticias y escenas de dolor y maldad, cuánto testimonio se dio del nombre de tu Hijo. La sangre de mártires es semilla de cristianos. No sólo Don Juan el del mesón, ni los santos canonizados y los que están en proceso de beatificación. Reconocemos el martirio de tantos que trabajaron a escondidas, que se sintieron sin apoyo, que fueron traicionados, que eran mal vistos, que fueron perseguidos, que pasaron por verdaderas crisis de fe.
Los mártires son los héroes del cristianismo. Con todo, Madre, tú los superas a todos. Eres reina de los mártires, haciendo una nueva versión del martirio. Es más cruel y temido el martirio de las burlas, la incomprensión, la oposición, la soledad y la traición, que la misma muerte violenta. Sufrir sin quejas, reconociendo la gloria de Dios, amando y perdonando a los verdugos, sólo puede hacerse por una gracia de tu Hijo. Con entereza, sin lenitivos, sin escaparse.
Tus sufrimientos, Madre, fueron más agudos, pues eres una madre sensible, tierna, inocente, que quiere que todos sean felices. "Una espada de dolor traspasará tu alma", te anunció Simeón. Sufres al ver a tu Hijo, que es personalmente Dios, sufriendo, por la maldad de la humanidad llevada hasta el extremo. Y tu sufrimiento no fue sólo cosa de tres horas, sino de toda la vida. "Conservabas todas estas cosas y las meditabas en tu corazón". Como tú, Madre, nosotros queremos permanecer junto a la Cruz, de pie, valientemente, sin culpar a nadie, sin desesperación ni victimismos, sin desmayar ni querer huir. Mientras los apóstoles corrieron y los demás callaron de miedo, tú estabas al pie de la Cruz, fija en tu puesto, de centinela de la nueva aurora. Como dice el profeta: "Mi corazón se endureció como roca". Que no titubeemos; que hagamos de la virtud un deber y no una carga. Si Dios está con nosotros ¿quién estará contra nosotros?
Nosotros te acompañamos, María, aceptando nuestro martirio. Queremos tener tu mismo valor, para estar de pie frente a la Cruz. Queremos, como tu Jesús, salir al encuentro de la Cruz, y abrazarla para la salvación de nuestros hermanos. Queremos, como tú, esperar contra toda esperanza. Tenemos motivos para saber que tu Jesús resucita entre nosotros: crece la conciencia en los problemas y nuestra corresponsabilidad; los intentos de compartir lo que tenemos y podemos; el diálogo entre generaciones y clases sociales; el respeto entre tendencias ideológicas y políticas; la conversión de pecadores instalados en su mal; el servicio al pobre y sin apoyo. "En sus llagas hemos sido curados". Que contigo, seamos los nuevos mártires de Cristo, en virtud de nuestra Confirmación sacramental.
QUINTO MISTERIO: EL MISTERIO DEL DOLOR
Del Evangelio de San Juan (19,16-19):
               Entonces Pilato les entregó a Jesús para que lo crucificaran. Tomaron, pues, a Jesús, y El, cargando con la cruz, salió hacia el lugar llamado calvario, que en hebreo se dice Gólgota, y ahí le crucificaron, y con El a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio. Pilato puso también esta inscripción sobre la cruz: "Jesús de Nazaret el rey de los judíos". Palabra del Señor.

Madre, cuánto sufres al pie de la Cruz. Pero tu dolor no es sino un pálido reflejo del dolor de Dios. En efecto, cuánto dolor siente el Padre celestial al entregar a su Hijo único, el amado. Como Abraham cuando iba a sacrificar a Isaac, el hijo de la promesa, cuando van subiendo al monte con la leña para el sacrificio, con angustia y zozobra. Con un corazón de madre, sufres el Sacrificio del Calvario, del Hijo único, el Hijo amado del Padre. Madre, tú sufriste mucho en la calle de la amargura. Recuerda ese encuentro con tu Jesús. ¿Qué oíste? rumores de su aprensión, condenas, burlas, acusaciones, críticas, compadecimientos. El sacerdote Elí cayó infartado cuando oyó que el arca de la alianza había sido capturada. Matatías igualmente cuando oyó que el templo había sido profanado. Ya imaginamos cuando tú supiste que Dios hecho hombre se había derrumbado. ¿Qué viste? A tu Hijo desfigurado y fracasado; las desgracias de Jesús, el odio del pueblo, la crueldad de los verdugos. Y pensaste sin duda en que todos habían sufrido una equivocación, como cuando el espíritu de confusión se apoderó de todos los profetas de Israel. ¿Y qué pensaste? Que tu Hijo lo había aceptado, a eso había venido, el amor no regatea esfuerzos.
Acaricias las llagas de tu Hijo, causadas por los azotes, las espinas, las caídas, los clavos, la cruz, la lanzada. "¿Qué son esas heridas de tus manos? Me las hicieron en casa de mis amigos" (Zacarías 13,16). Y guardas como recuerdo los instrumentos de crueldad y odio que se tornan en signos de amor hasta el extremo: la corona de espinas, los clavos, la esponja, las estirpes, la lanza, el madero.
Madre, ahora, en la calle de la amargura por donde nosotros, tus hijos, caminamos ¿qué es lo que oyes? ¿Qué ves? ¿Qué piensas ahora? Porque nosotros sufrimos por dinero, puestos, amistades, cosas, atenciones, no por la causa de tu Hijo. No sabemos acompañar el dolor de Dios en la cruz de los demás, como tú lo haces con nosotros.
Hoy lloras ante nuevas muertes de tus hijos: abortos, sida y enfermedades de transmisión sexual, epidemias que se creían desterradas, torturas sofisticadas, suicidios, eutanasia, violaciones, agresiones, psicosis varias y hasta locura. Sobre todo la muerte del pecado mortal en que se han sepultado varios de tus hijos voluntariamente.
Hoy quieres limpiar las nuevas llagas de miseria, hambre, enfermedad, frustración, venganzas, vicios, resentimientos, vidas amargadas, explotación de unos por otros, destrozo del ambiente. Hoy los instrumentos de muerto no solamente son armas de alto poder, misiles, o fuertes organizaciones de crimen, promovidas por los medios de comunicación, sino también sobornos, presiones, leyes injustas, patadas, agresiones en masa, navajas, manos empuñadas, pastillas, venenos, gas. Desgraciadamente, nunca se convertirán en signos de amor, porque llevan en su seno el sello imborrable del pecado. No queremos ofrecerte demostraciones inútiles, sino que te demostraremos nuestra compañía cargando la cruz diaria. Sin cobardía, sin respetos humanos, como verdaderos apóstoles. Con decisión, como lo hiciste tú: no de lejos. Jesús dijo: "El Reino de Dios sufre violencia y los violentos lo conquistarán". Queremos sufrir en compañía. Estamos contigo, María.
CONCLUSIÓN

Del Evangelio de San Juan (16,20-22):
Jesús dijo: "En verdad, en verdad les digo que llorarán y se entristecerán, y el mundo se alegrará de sus lamentos. Estarán tristes, pero su tristeza se convertirá en gozo. La mujer, cuando va a dar a luz, sufre porque le ha llegado su hora; pero cuando ha dado a luz al niño, ya no se acuerda del aprieto por el gozo de que ha nacido un hombre en el mundo. También ustedes están tristes ahora, pero volveré a verlos y se alegrará su corazón, con una alegría inmensa que nadie podrá quitarles". Palabra del Señor.
Madre. Te hemos acompañado en este rosario de pésame, y después te acompañaremos en tu camino de recuerdos por la vía dolorosa. No queremos dejarte sola en esta noche de espera, larga y cruel. Se traspuso el sol en el poniente, y también a la esperanza se le ocultan las estrellas. Humanamente no hay respuesta.
Jesús nos dijo que no hay mayor amor que dar la vida, y que el que ama ha pasado ya de la muerte a la vida. Tú estás segura de que tu Hijo resucitará. Sabes que tu dolor es un dolor de parto. Que la vida no termina con la muerte terrena; que la muerte es el inicio de la vida definitiva.
Pero, Madre, nosotros muchas veces vivimos como si la vida deba terminarse con la muerte. Como si estuviéramos destinados a permanecer para siempre en esta tierra, atados a los bienes terrenos, esclavizados por nuestras pasiones, adictos a nuestros actos. No tememos caer en el vicio ni en el infierno. No nos importa que se pisotee la inocencia de las nuevas generaciones. Necesitamos tus lágrimas, María. Que comprendamos que tú lloras por lo que verdaderamente vale la pena llorar.

               Madre: que no busquemos entre los muertos a Cristo, que es la vida. Que nuestra fe no sea sólo un archivo de recuerdos que se empolva. Que nos animemos a dar el paso hoy. Y en nuestra vida de amor, de servicio y de solidaridad fraterna, encontrarás a tu Hijo resucitado.


18.      Marcha de silencio
Material: túnicas negras, capuchas, trozos de cadenas, velas, antorchas, carro alegórico, tambores.    
Indicaciones: Al frente irán los tambores, después las imágenes con Jesús muerto y la Dolorosa, luego los chicos del encuentro con las velas encendidas y los trozos de cadena puestos en los pies. Los encapuchados irán con las antorchas detrás de las imágenes y después el pueblo y todos guardando silencio.

Monición inicial (antes que las imágenes salgan):
               Nos hemos reunido para manifestar nuestra fe en Cristo Jesús y confesar su grande amor más fuerte que el pecado y que la muerte.
Y también pata manifestar nuestro apoyo a la causa por la cual murió nuestro Salvador, es decir, al plan de salvación de Dios, a su proyecto  de vida, sabiendo que la vida triunfa donde hay justicia, amor, verdad y paz.
Jesús sigue sufriendo en millones de hermanos nuestros hambrientos, marginados, despreciados, enfermos, atormentados, perseguidos, golpeados, condenados injustamente; nuestra adhesión a Cristo debe convertirse en servicio a ellos.
Nuestras calles han sido escenario de pleitos, escándalos, vicios y superficialidad; ahora queremos que sean santificadas por nuestro testimonio de fe y nuestro silencio de oración unánime.

Nos vamos acomodando por la calle, esperando la salida de las imágenes del Señor del Santo Entierro y de Nuestra Señora de la de la Soledad, para iniciar nuestra marcha.

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